Fuente del vestíbulo Imágenes del colegio Pedro Poveda recreadas por Teresa Valderrama |
Teresa Valderrama
Parma,
6 de marzo de 2014
Hace ya algunos años, yo también fui alumna del Colegio Pedro
Poveda. Allí pasé los años de la infancia que recuerdo con tanta añoranza porque fueron tiempos preciosos donde aprendí muchas cosas buenas e inolvidables,
además recuerdo la felicidad en la que siempre estaba envuelta mi vida.
Cancela del Colegio |
Como eso de la puntualidad nunca fue nuestro fuerte, cuando llegábamos a la entrada del Colegio, en numerosas ocasiones nos encontrábamos a Tere, la portera, con los labios apretados que decía: “!vamos, vamos que cierro!”, Tere era, bueno y es, una persona encantadora, recuerdo la cara que nos ponía al llegar tarde, así, seria como para regañar pero luego siempre te echaba una sonrisa o te guiñaba el ojo en señal de complicidad. Una vez pasada la barrera de la portería, siempre había unos minutillos para pararnos en uno de los lugares del cole que más me han gustado y mayor recuerdo tengo, aparte de la biblioteca y del laboratorio; la capilla.
Antiguo Altar de la Capilla |
Virgen Niña |
Pero no sólo ellos han sido los culpables de lo que soy hoy en día, hay alguien mas que me ayudó a descubrir mi pasión, que es ahora mi profesión, la Arqueología. Hoy tengo la oportunidad de narrar algo que me ocurrió y que influyó en mi futuro para siempre.
Todo empezó cuando una mañana de invierno, nos preparábamos para la actuación de Navidad que tendría lugar el 20 de diciembre de aquel año en el Salón de Actos. Para nosotras, las alumnas de sétimo curso, eran un poco estresante aquellas fechas porque teníamos exámenes del primer cuatrimestre y nos faltaban horas para poder estudiar y preparar a la vez la actuación de Navidad, durante al menos dos semanas nos teníamos que quedar después de las clases para ensayar y la verdad es que no era demasiado divertido, y os cuento por qué.
Biblioteca del Colegio |
Le llamábamos Pepito, pienso que le dábamos el diminutivo para intentar que fuese benévolo con nosotras y no se dignara a mover ni un metacarpo mientras estuviéramos en aquel laboratorio. En ocasiones, había sentido cierta corriente de aire frío mientras estaba ensimismada calculando fórmulas y resolviendo problemas de física, extrañas corrientes que sin sentido me provocaban escalofríos por todo el cuerpo, corrientes de las que desconocía la procedencia ya que todas las puertas y ventanas de esa habitación se sellaban para no dejar pasar el frío, lo que me hacía llegar a conclusiones algo macabras.
Expositor de fósiles, laboratorio de Ciencias |
'Pepito' en la urna del laboratorio de Ciencias Naturales |
El resfriado, los nervios, el frío y el cansancio acumulado de tantas tardes preparando la actuación hizo que un tremendo escalofrío recorriera toda mi espalda. En ese momento, empecé a estornudar y casi sin poder parar agarré de inmediato un pañuelo que llevaba en el bolsillo de mi chaqueta. Con los ojos llenos de lágrimas provocadas por el esfuerzo de cada estornudo miré instintivamente hacia la urna de Pepito, me había dado la sensación de haber notado algún movimiento inusual mientras se me habían desencadenado aquella sacudida. Me pareció extraño, pero como estaba ligeramente mareada no sabía si había sido cierto lo que había notado o simplemente había sido una estúpida sensación. Aturdida, seguí haciendo mi examen pero conforme pasaban los minutos mi estado empeoraba. Tenia sudor frío y la vista algo nublada pero no quería levantarme de la silla hasta terminar, lo mejor posible, mi examen. El tiempo pasaba para mi muy despacio y mis compañeras se iban levantando e iban entregando sus exámenes. La clase estaba ya casi vacía. Yo no daba pie con bola, se me mezclaban los números, las fórmulas, las letras, todo era un caos en mi cabeza y no conseguía poner orden dentro de ella, ¡después de todo lo que había estudiado para aquel examen!.
Entonces, cuando la penúltima alumna había recibido su nota, se había marchado y me había quedado sola con Pura, entró Tere la portera, algo agitada, para anunciarle a la profesora que la Directora, Mª Luisa Piñar, la necesitaba de inmediato en su despacho y como no quedaba lejos decidió salir corriendo para ver lo que ocurría, pero antes me dijo: “Teresa tienes 5 minutos para entregarme tu examen, voy a ver a la Directora y en cuanto vuelva, me lo das”. Yo no pude hacer más que asentir con la cabeza porque casi no me salía la voz del cuerpo. Abrumada por la situación en la que me encontraba, decidí cerrar los ojos y respirar profundamente para intentar recuperar la calma y la inspiración. Después de unos segundo entreabrí mis ojos y algo hizo que me quedara paralizada como una estatua, no quería mover ni una sola uña. Me había parecido ver que la puerta de la urna donde moraba Petito estaba ¡abierta!. Todo en mí se despejó, me desperté de la situación convaleciente en la que estaba. “¡Madre mía!”- pensé-“no está dentro, ¡se ha salido!”. Ahora temblaba pero del miedo, no sabía que hacer, como reaccionar a tal situación, quería salir corriendo y gritar a todas lo que estaba pasando en aquella aula pero mi cuerpo estaba petrificado, no hacía caso alguno a ninguna de mis ordenes mentales, estaba tan asustada que no comprendía nada. De repente, noté un frío espeluznante cerca de mi, y un tintineo como de huesos que recorría la habitación. Por último, un chirriar de bisagras y un vibrar de algún cristal me indicaron que alguna puerta se había cerrando. Entonces y sólo entonces, me atrevía a abrir muy despacio los ojos para ver lo que acababa de acontecer. Y cual fue mi sorpresa cuando al mirar a mi alrededor comprobé que todo estaba en orden, las mesas, las sillas, la urna,…Pepito, todo estaba en su correspondiente lugar sin dar señales de que allí hubiese pasado nada. Pero no fue así, !había ocurrido algo extraordinario! cual fue mi sorpresa al ver que junto a mi, en la ventana más cercana, estaban escritas con vaho todas las respuestas.
Perpleja y sin perder ni un minuto escribí aquellos resultados sin pensar cómo ni quién los había puesto allí. Completé mi examen y justo en ese instante entró Pura un poco alocada cogiéndome el papel vigorosamente para corregirlo y darme, sin dudarlo, la máxima puntuación. Yo no podía creer lo que acababa de pasarme, mientras recogía mis cosas de la mesa para bajarme al Salón de Actos y continuar con los preparativos de la actuación, miré detenidamente la escritura que casi ya no se veía y pude observar que tenia un trazo muy fino como si hubiese sido escrito con el tapón de un bolígrafo o con…el hueso de un dedo de esqueleto. Salí de allí a paso ligero y, pensativa bajé las escaleras intentando darle una respuesta lógica a aquella experiencia, queriendo contar a los cuatro vientos lo que había ocurrido aunque nadie me creyese, quien podía pensar que Pepito, el esqueleto del cole, me había ayudado a pasar un examen, si ni siquiera yo misma tenía claro que hubiese sido fruto de mi imaginación, por lo que decidí no contárselo a nadie por el momento.
Urna en el laboratorio de Ciencias |
Gracias a esta relación tan especial que tuve con Pepito fue como se despertó en mi la pasión por el estudio de la Arqueología, de los restos del pasado y la vida de nuestros ancestros y me ayudó a comprender que si somos capaces de leer nuestro pasado, seremos capaces de comprender nuestro presente para planificar mejor nuestro propio futuro.
También aprendí que no tenía que elegir mi camino por cuanto dinero ganaría con lo que hiciera, ni cuántos problemas debía de superar para conseguir lo que quisiera hacer, ni si era la mejor en ello, tan solo aprendí a buscar aquello que al hacerlo me diera la felicidad, y si así lo hacía, supe que podía conseguir lo que me propusiese, y lo más importante, sería feliz y haría feliz a los que me rodean.
Terry
Teresa Valderrama: Para mi cole
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