DIARIO 'LA
VANGUARDIA'
ARRANCA
EL CURSO ESCOLAR
Las
10 conductas de los padres que entorpecen la educación de los niños
Profesores
y psicólogos identifican las actitudes más nocivas de los
progenitores a la hora de implicarse en la educación de sus hijos.
ESTUDIAR
CON ELLOS
Ser padre
y maestro a la vez crea conflictos y dependencia
“Llegan
los primeros deberes escolares y ahí están papá y mamá al lado; y
los deberes son de la criatura, no de la familia; el deber de la
familia es velar por que el niño tenga espacio y tiempo para hacer
sus tareas y, si son muy pequeños, facilitar la organización del
tiempo”, explica María Jesús Comellas, profesora de la UAB en la
facultad de Ciencias de la Educación y psicóloga especializada en
las relaciones familia-escuela.
Benjamí
Montenegro, del Equip Psicològic del Desenvolupament de l’Individu,
dice que el papel de los padres es el de auditores: “Han de
controlar que el trabajo esté hecho, pero no entrar en el contenido
porque se trata de que las tareas las hagan los niños y así
trabajar su autonomía”. Eso no significa que si el niño plantea
alguna duda no se le den pistas o herramientas para resolverla. Dicen
los expertos que hacer de maestros y padres a la vez no trae más que
problemas: crea conflictos familiares diarios y dependencia, porque
los niños se acostumbran a que haya alguien encima de ellos para
trabajar. Y si el crío tiene dificultades de aprendizaje o necesita
refuerzo, el consejo es buscar un profesor particular.
RESOLVÉRSELO
TODO
Solventar
sus descuidos dificulta su maduración
“Los
niños han de aprender a organizarse y a solventar sus problemas, a
cualquier edad, y no hay que mandar a nadie corriendo a comprar tinta
de impresora a última hora de la tarde porque al día siguiente ha
de entregar un trabajo ni llevarle a la escuela el libro o el
bocadillo olvidados; si los padres les resuelven todo ‘con tal de
que estudien’, no maduran, no asumen sus responsabilidades ni
aprenden a ser autónomos”, coinciden Comellas y Montenegro.
FOCALIZAR
TODO EN EL ESTUDIO
Hacer de
la formación el eje de la vida familiar daña la relación
Los educadores
aseguran que una frase muy reiterada de los estudiantes es “a mis
padres sólo les interesa si estudio, lo demás no les importa nada”.
“Cuando focalizas todo en los estudios, cuando lo primero que le
preguntas a tu hijo en la puerta de la escuela es qué deberes tienes
o qué nota te han puesto en vez de cómo te ha ido el día, o con
quién te has relacionado, transmites que te interesa el aprendizaje,
no la persona”, dice Comellas. Y agrega que lo mismo ocurre cuando
al hijo universitario se le libera de tareas domésticas porque “su
trabajo es estudiar”. “Esa persona tiene que vivir, ha de saber
organizarse, tener habilidades domésticas y saber relacionarse, y de
eso a veces no nos ocupamos, ni nos interesamos por su vida emocional
y relacional”, enfatiza la psicóloga.
QUERER
GENIOS
Sobreestimular
a menudo provoca el efecto contrario
Los maestros
explican que una práctica muy habitual en las familias es la de
sobreestimular a los niños. “Todos quieren un hijo genio y les
llenan la cuna de artilugios, abusan de juegos didácticos, se afanan
porque aprendan muchas cosas y cuanto antes mejor, y esa
sobreestimulación no sólo no influye en una evolución cognitiva
más rápida, sino que a menudo tiene efectos contraproducentes en
forma de problemas de atención o de falta de concentración”,
explica Joan Domènech, maestro del colegio Fructuós Gelabert de
Barcelona.
Esa
impaciencia respecto al aprendizaje provoca, según los psicólogos,
que los padres se desesperen ante las primeras dificultades en los
estudios o vivan como un fracaso los primeros malos resultados, sin
tener en cuenta que la educación es un proceso a largo plazo y que
lo que los niños necesitan para aprender es paciencia y ánimo. “Los
padres no deberían considerar los malos resultados como un fracaso
porque ello reduce la autoestima de los hijos e incapacita cada vez
más a unos y otros”, advierten.
PREMIAR
LAS NOTAS
El
estímulo material desvirtúa y puede aumentar la frustración
Las notas ni
se han de premiar ni castigar; se han de elogiar y aplaudir, o
analizar si es necesario dedicar más tiempo a estudiar, según los
expertos. “El mejor estímulo es descubrir cosas nuevas y
desarrollar tus intereses, si hace falta un estímulo material, es
que algo no funciona”, apunta Domènech.
Montenegro
advierte que los premios pueden causar una doble frustración, porque
con frecuencia se ofrecen por notas poco realistas y si el chaval no
triunfa a pesar de la recompensa prometida su sensación de fracaso y
su malestar es doble: además de no alcanzar su meta escolar, se
queda sin regalo.
DISFRAZAR
LA VAGANCIA
Buscar
trastornos detrás de los fracasos retrasa la madurez
Otra conducta
recurrente que observan los educadores es la tendencia de los padres
a buscar trastornos neurológicos detrás de los fracasos escolares
de sus hijos. “Hay muchos niños que son incapaces de esforzarse en
hacer los deberes o en estudiar porque son vagos, y eso es inmadurez,
no un trastorno mental, y a veces se intenta disfrazar esa vagancia
como intolerancia a la frustración o intolerancia al estrés, cuando
lo que tienen es falta de autonomía”, comenta Montenegro. Comellas
subraya que esta actitud tiene que ver con la actitud hiperprotectora
de muchos padres que buscan la etiqueta del trastorno para el bajo
rendimiento de sus hijos “porque en el momento en que se disfraza
algo como trastorno se desculpabiliza a todo el mundo”.
EJERCER DE
DETECTIVES
El control
absoluto de sus tareas suscita desconfianza
Hay padres que
rastrean los deberes, trabajos, las fecha de exámenes o los
comentarios de sus hijos en clase a través de la agenda escolar, la
web del centro, las redes sociales o implicando en sus indagaciones a
los padres de otros niños de la clase, con quienes están en
permanente contacto por WhatsApp. “Esa conducta provoca un boquete
de desconfianza y no resuelve nada”, advierte Montenegro. En vez de
ejercer este control absoluto aconseja realizar un acompañamiento
lejano, revisar conjuntamente con el chaval la agenda de tareas pero
dejándole que sea autónomo para realizarlas. Y para los padres que
optan por preguntar la lección para saber si el niño ha preparado
un examen, los expertos recomiendan ponerle tres o cuatro preguntas
por escrito, porque normalmente no hay exámenes orales y de nada
sirve que el niño se sepa la lección hablando si luego se expresa
mal por escrito o comete muchas faltas de ortografía.
USAR EL
ESTUDIO COMO PEAJE
Las tareas
escolares acaban entendiéndose como un castigo
“Castigado
a hacer los deberes” o “hasta que no acabes de leer no hay
dibujos” son frases que utilizan algunos padres para incitar a sus
hijos a hacer las tareas escolares. Pero los expertos aseguran que el
tiempo de estudio debería ser siempre un tiempo de tranquilidad y
sosiego, no de regañinas. El objetivo, explican, debe ser ayudar a
los niños a descubrir el placer de la lectura o del aprendizaje, y
eso no se consigue si se plantean las tareas escolares como un
castigo o como un peaje necesario para poder disfrutar de actividades
placenteras como salir con los amigos, ver la televisión o jugar con
la consola.
Y a medida que
crecen, han de entender la relación entre esfuerzo, dedicación y
resultados, “y asumir que si han de estudiar más porque han tenido
malas notas se trata de una inversión, no de un castigo”, indica
Comellas.
PROYECTARSE
EN LOS HIJOS
Las
expectativas no siempre se adecúan a las capacidades
Los psicólogos
consideran que en muchas familias pesan más las expectativas que
tienen los padres sobre los estudios de los hijos que las
preferencias o capacidades de estos, y muchos chavales son orientados
a estudiar lo que quieren o les gusta a sus progenitores. “En este
país confundimos inteligencia con título, continuamos
desprestigiando la formación profesional y no valoramos la
creatividad como un medio para vivir”, reflexiona Comelles.
NO
RESPETAR LA LÍNEA ESCOLAR
El modelo
de los padres no garantiza el éxito hoy
Muchos padres
piensan que el modelo y los métodos educativos que les sirvieron a
ellos les servirán a sus hijos, pero la escuela ha cambiado mucho y
los niños también. “Lo que a ti te gustaba del colegio, lo que
aprendías entonces o cómo lo aprendías no tiene por qué ser un
modelo de éxito para tus hijos”, advierte Domènech. Y por eso
considera un error que los padres traten de enseñar a los hijos a
leer o a calcular por su cuenta o les pongan actividades de refuerzo
en casa, sin considerar que quizá están interfiriendo en el ritmo o
el método pedagógico que sigue la escuela. “Uno ha de plantearse
a qué escuela lleva a su hijo, asegurarse de que comparte las mismas
ideas, y luego acompañar al niño en el aprendizaje pero con respeto
al proceso que siguen en la escuela, y no dar al niño mensajes
diferentes”, reflexiona. Los educadores son especialmente críticos
con los padres que muestran constantemente su desacuerdo con los
profesores en presencia de los niños, porque estos aprovechan esa
situación para manipular a unos y a otros.