Hola, chicos. Sí, lo reconozco: he copiado el titular de esta noticia porque me ha impactado.
Mientras nosotros estamos, a veces, un poco quejumbrosos al tener que volver al trabajo y retomar las clases, casualmente he leído este artículo encontrado en Cubadebate.cu.
Después de leerlo, he querido compartirlo con vosotros:
Jean vive en Leoganne, la ciudad más cercana al epicentro del movimiento telúrico que mató a más de 220 mil haitianos, dejó 300 mil heridos y más de un millón de damnificados.
El niño perdió sus libros y su casa sufrió daños irreparables, que le impiden servir de cobija a sus moradores de entonces, sin embargo desde hace muchos días sólo piensa en volver a la escuela, a reencontrarse con sus amigos y su maestra.
La víspera, Jean participó, junto a cientos de los niños de su ciudad, en una actividad festiva que les organizó la brigada médica cubana en los alrededores del hospital de campaña de la localidad.
Uno de los doctores le entregó cuatro libros al pequeño, quien los apretó contra su cuerpo con nostalgia, en tanto agradecía con la mirada al galeno, tal vez con la incertidumbre de desconocer aún el local donde estará su aula.
Lo cierto, el reinicio de las clases en Leoganne, esta capital y todo el departamento Oeste parece un reto demasiado grande para el gobierno haitiano, que se aferra a reiniciar el curso.
La educación, tanto la pública como la privada, recibió un golpe descomunal con el sismo y no sólo perdió centenares de escuelas, sino también cientos de maestros y profesores y muchos alumnos'
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Así que después de leer esto, en la víspera de la vuelta a clase, me he levantado del ordenador, he vuelto a comprobar que tengo preparado todo lo necesario para mañana y he dado gracias a Dios porque mañana os volveré a saludar como a finales del curso pasado...