Me quedé sorprendido en la alborada,
viendo pasar tu lívida hermosura.
Mis ojos esculpieron tu estatura
con briles de noche y madrugada.
En la esquina del tiempo, donde nada
termina, mi alma a tu alma se apresura
lejos del resplandor de tu mirada.
Es algo que explicarme no me explico:
¿Si puedo contemplarte cada día,
por qué, ahora, Señor, me crucifico
en la cruz generosa de tu hombría?
Explícame, Señor, te lo suplico:
¿por qué en la calle me ahogo en tu agonía?
Autor: Miguel Calvo Morillo
- Emocionantísimo soneto... Gracias a Manuel Pedrosa que nos lo ha enviado.
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- Por último una entrada del 28 de noviembre durante el Traslado de Nuestro Pare Jesús Nazareno 'El Abuelo' a su camarín.